Crónica de la tercera semana del ELSL: yo quiero que escuches como suena este batallón

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Sobrevuelan mi cabeza naves, cazas, insectos metálicos que me recuerdan donde estamos, en qué país, con qué historia lastrada, con qué manipulaciones del lenguaje que juegan a todo tipo de amnesias. Día de la raza, insoportable para una España pos-franquista que ha decidido sustantivar en identidad diluida –Hispanidad-. Día de la raza, festividad que nació de manera popular en América Latina para celebrar la raza surgida entre el indígena y el europeo, festividad que celebraba en cierto aspecto lo mestizo, que así siguen llamando muchos países, extraño, ¿no? Pero América no está libre del pecado de la suplantación lingüística: En Argentina, por decreto del 2007 se llama “Día de la diversidad cultural”; en Bolivia, también por decreto en 2011, se llama “Día de la descolonización”; “Día de la resistencia indígena” se llama en Nicaragua y Venezuela… No se puede celebrar un genocidio, pero no se puede negar tampoco que ante todo somos mestizos. Queremos salir del engaño cayendo en otro, obviando y seleccionando.

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Cartel argentino de los años cuarenta

El caso es que sobrevuelan máquinas sobre mi cabeza cuando ando cerrando esta crónica de la tercera semana de ELSL. Me autoimpuse esta figura un tanto kafkiana de agrimensor. Hoy pasean soldaditos por las calles, la gente agita pequeños trozos coloreados de plásticos, gritan salvas, se emocionan por algo ido (el presente siempre fue menos emocionante) y nuestro Rey celebra una recepción con ministros, ex-ministros, banqueros, empresarios y dos o tres representantes de la cultura (sic). Una recepción que sustituye a lo que hace tan solo ochenta años llamábamos corte. No hay corte en este nuevo reinado borbónico, grita nuestra democracia; y yo pienso, metido en este piso al que quiero tanto, que sí que hay cortesanos, o si bien no hay cortesanos que Madrid sí sigue siendo una corte y que no está fuera de su fuerza centrípeta ELSL.

Llegamos a la recta final, tan solo queda el estreno de L´Alakran este jueves: “La conquista de lo inutil: De la nada a la nada, avanzamos siempre hacia el origen”, obrra de esta compañía vasco-suiza dirigida por Oskar Gómez Mata que estará en cartel hasta el domingo en el Teatro Pradillo. Estuvimos charlando con ellos en la terraza de nuestra amiga y mecenas María, al igual que el año pasado entrevistamos a Monedero, a los hermanos Liria y al cineasta Sergio Oskman: una sección a la que llamamos Nelson Mandela por la plaza a la que cae la terraza. Y no queríamos matarla este año, a la sección digo. Fue una charla con Espe, Txubio y Oskar larga y fructífera. Una charla que creo fue resucitadora de la sección por la pertinencia que le dio la sinceridad y la generosidad de los alakranes. Queríamos dar contexto, presentar en esta corte olvidadiza y tragaldabas a una de las compañías más largas del reino y allende. Podrán ir viéndola en tres capítulos esta semana en el blog.  Fue una semana, esta tercera, larga y cortesana, siete propuestas en tres veladas más dos vermuts-encuentros el sábado y el domingo, montaña rusa que uno transitó, sufrió, gozó y que acabó en sonrisa gracias a esta charla que personalmente ha dado mucho sentido al trabajo que andamos realizando en el blog. Y es que ya estamos, en cierta manera, en momento de primeras, sino conclusiones, reflexiones de ciclo. Y en este papel de agrimensor que uno estúpidamente ha cogido es lo que toca. Intentar reflexionar sobre lo pasado, intentar exprimir este código de crónica personal que llevo realizando años donde me permito la valoración que propicie el pensamiento.

Me hablaba mi amigo y compañero Rubén Ramos, que nos visitó y nos escribió esta misma semana, de las influencias de Cage en sus ya largas Notas que patinan, en ese no intentar caer en valoraciones y menos aún en juicios de valor como herramienta para elaborar sus crónicas. Y eso me hacía pensar en qué ando haciendo yo. Y miraba el blog y me encontraba con diversas maneras de hacer y me daba cuenta que todo me influencia: la clarividencia periodística de Mario Canal, el recorrido distante y entregado de Carlos Fernández, el torbellino de escritura Gandasegui, la densidad cornagiana, la generosidad de Guerrero, la visión horizontal de Velasco, la más artie de García-Masedo, nuestro colaborador romántico y ya veterano Antonio Hernández Nieto, el intelectualismo de Conde-Salazar, y ese relámpago llamado Altube… Todo me influye y me hace pensar en esta época pos-mediática donde la escritura se expandió, donde el crítico hace el idiota en chimeneas en página par que nadie lee, donde el estudioso sale del ensayo masticado durante meses, donde el espectador, el profesional y el intérprete se atreven con esto tan raro y no tan fácil que es tocar el piano. Me mola esa pluralidad de miradas que creo se basan en la voluntad de compartir, de añadir, de devolver. Me mola leer todo lo que se ha escrito sobre “La casa” de Cordero, ver cómo ahí el trabajo se desparrama en posibilidades. Habría que dedicarle un pequeño estudio a esto del post y su influencia o no en nuestra escena.

Y leo todo y se me hace una pelota inmensa en el cerebelo, pelota que cuestiona mis maneras, que las interroga y que al mismo tiempo me ayudan a saber desde dónde puedo y debo.

TRANSPOLACIÓN CHUECA

Contar para sobrevivir 1- El pasado jueves y viernes vivimos el estreno de cuatro piezas en el CDN. Pigmeos, Itxaso Corral, Pablo Messiez y Alejandro Ruffoni. Quizá la propuesta más arriesgada del Festival. Se propone a cuatro creadores trabajar sobre la casa y el relato y se subtitula “contar para sobrevivir”. No se sabe a dónde irá cada propuesta. Incógnita total en una velada que además debe tener un ritmo, una estructura que se ensamble y funcione. La estructura es conocida, es algo que se lleva haciendo años en el Teatro Pradillo, es algo que además vimos funcionar como un metrónomo en festivales tan recordados como el LP de Barcelona, por ejemplo. Pero esta velada se daba en el epicentro cortesano-teatral de Madrid, el Valle del CDN. Gran teatro, situación cercana del público, espacio neutro y abierto en la disposición del teatro elegida. Y la velada se quedó chueca, no cuajó, comenzó la semana con un descenso en la montaña rusa evidente. Sin entrar en la pertinencia y excelencia o no de los trabajos (en estas propuestas múltiples siempre hay disparidad), quedó en el ambiente un regusto amargo. Estas veladas son una pequeña cima por la que ir, sino escalando, sí remontando. Y cuando las cosas no funcionan lo primero que se afecta son los trabajos. Así vimos cómo la obra de Corral (un solo aguantado en esas vértebras duras y fuertes de esta creadora inusual, que une performance y teatro a través del riesgo expuesto) se caía en los momentos de fragilidad intimista, de detalle o de relación con el público. Así vimos una propuesta como la de Ruffoni, extrema, donde toda la acción quedaba fuera del teatro con sentido e intención, que naufragó en su concrección escénica. Así vimos cómo la propuesta más “teatral” de Messiez no entraba en un diálogo muy fructífero con las otras tres  cuando parecía esta la voluntad que se había planteado desde la programación.

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Y uno, que se enreda, no dejaba de pensar en qué pasó. Y andaba yo enredado cuando Carlos Fernández escribió este post sobre la casa. Decía Carlos:

“(…)Entrar en el Teatro Valle-Inclán, es como ser invitado a casa de un pariente lejano, rico, conservador y algo pretencioso. No es nuestra casa. En realidad no es la casa de nadie. Porque allí no hay vida, sólo es un hueco vacío que abre sus puertas una vez al día, para dar paso a cierto bullicio, durante unas pocas horas. ¿Muerto? No exactamente. Pero todos podemos imaginar lo que podría ser un verdadero “centro de producción contemporánea”, o como se quiera llamar, todas las actividades, los formatos de trabajo, las posibilidades… ¿Podemos llegar a creernos que existe ese lugar común, a día de hoy, que nos acoge? ¿A quiénes y por cuánto tiempo? ¿En Madrid, hoy día? ¿Really? (…)”.

Creo que si este ciclo, festival o cómo se quiera llamar tiene algún sentido es si puede pervertir, subvertir, de alguna manera esta realidad. Y en muchas ocasiones creo que ELSL lo ha hecho. El público joven entrando a Rodrigo, la velada de programa doble de “El triunfo de la libertad” (esa pertinencia que se volvía marciana en el CDN de La Ribot, Dominguez y Loriente) y de esa pieza aglutinadora llamada “Hacia un ruido” de Maria Salgado y Cabeza de Vaca. Las dos producciones impulsadoras, este año con Cordero, el año pasado con El Conde de Torrefiel… No son pocas cosas. Pero el otro día eso no se consiguió. Y no se consiguió quizá porque una velada como la propuesta necesita de una adecuación del público, de una relación distinta de éste con la escena: cómo entra, cómo es recibido, desde dónde mira, como son los intermedios entre las piezas… Y ahí se impuso el CDN con sus maneras, institucionales y respetables pero contrarias a la naturaleza del programa. Paga tu entrada a 25 euros, entra al espacio, se acomodado, mira frontalmente, solo hacemos un descanso, entre la segunda y tercera pieza, el descanso es avisado por megafonía oficial, todo el mundo sale, veinte minutos y vuelta a empezar: El público es público, la representación es la representación. Ahí, creo, se mató a la criatura.

No puedo dejar de acordarme del LP, donde sus nits salvatges ocurrían en el hall del CCCB. De esa barra activa durante toda la velada, de esas transiciones donde el espectador conversaba mientras veía trabajar a técnicos mutando el espacio  para la siguiente propuesta… Ahí se le daba un espacio transpolado al espectador, otro sitio desde donde mirar y relacionarse con la escena y las propuestas. Y no me dejo de acordar de la última propuesta de Pradillo, “Jaleo”, que acabó en fiesta y musicón y donde se mezcló danza, teatro, música, plásticas y gamberrismo.  No puede ser que en algo tan trabajado como es la exhibición de procesos y su contextualización no se sepa diferenciar en este ciclo para que así el público ajuste mirada y pueda comprender, adentrarse y dismensionar. Si no acabamos con este tipo de crónicas: Daviddesdeelpatio, en el que, a parte de idioteces mesiánicas paulinas, se llega a comparar lo mostrado por Ivo Dimchev con lo acontecido en Contar para sobrevivir 1. No puede ser que ELSL caiga en eso, que no sepa diferenciar, establecer un diálogo fructífero con los espectadores. La verdad que el ciclo Contar para sobrevivir 1 tiene una idiosincrasia compleja, muchos aspectos a tener en cuenta para explicar qué es lo que pasó, pero esto último la verdad es que es dificilmente excusable.

Lógicamente no se puede hacer lo mismo en el CDN que en contextos como Pradillo o el CCCB, pero sí trabajar en la misma dirección. Y aquí viene la crítica, sí, también es válida y sana, no vi eso en el ELSL, es más vi una falta de trabajo, un sometimiento a la maquinaria. Y ahí, creo, perdió todo el sentido. Ahí, ganó la corte. ELSL no puede ser un ciclo de exhibición que tanto gusta como “Una mirada al mundo”, ELSL debe hacer torcer la mano a favor de otra relación con la escena, debe hacer casa, como hizo «Género Chico», verdadera declaración de principios hecha pieza de 30 minutos, porque sino esto qué sentido tiene.  Y si no es posible hacer casa en la corte del reino, algo a debatir, quizá haya que tristemente, de nuevo, emanciparse. Esa fue la curva brutal de la montaña rusa de la semana pasada, curva que motivó charlas acaloradas, disensiones, subidas de voz, intensidades… Me decía Rubén Ramos, recién aterrizado en la corte, “pero qué intensitos estáis en Madrid”, y tenía razón, era intensidad de herida, de una herida que como todas tardará en cicatrizar, de una herida que hizo aparecer la posibilidad de muerte, que provocó el replanteamiento hasta la raíz de esto que es ELSL. ¿Exageración? Quizá, pero también voluntad de llevar el tropiezo a buen puerto. Y eso, digo yo, deberemos hacerlo entre todos, si es que queremos una puta casa, ¿no?

Déjenme apuntar mi asombro por el comienzo de la pieza de Messiez, con voz en off y maravilla de texto de Jacarandá, con un cuerpo que iba cerrando y abriendo abismos. Y déjenme apuntar esa estructura tipo “La chaqueta metálica” de dos películas en una que en el caso del neoyorquino funcionaba como un interfono amplificador, como si de dos latas por un cordel unidas se tratase, y en el caso de Messiez se me hacía un corte insalvable, algo irremediablemente separado. Me da que se la está pensando.

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LA CUEVA

Contar para sobrevivir 2- Nos contaba Txubio de L´Alakran su encuentro en la Plaza de la Prosperidad con Rafael Sánchez Ferlosio. Encuentro marciano que escapaba más allá de la casualidad ya que habían estado hablando de él trabajano para la nueva pieza que podremos ver desde el jueves. ¿Es usted Sánchez Ferlosio?, le preguntaba Txubio, “Era”, contestaba el gran cabezón de nuestro siglo XX. Y será que leo demasiado a Vila Matas pero también creo que la casualidad, si no siempre, es muchas veces miopía ante lo que se esconde. Y para hablar de la gran perla de este ELSL, de esa maravilla que nos ha regalado Edurne Rubio, “Ligth years away”, no puedo más que empezar con una canción del hermano de Rafael, Chicho Sánchez Ferlosio:

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Chicho Sánchez Ferlosio (hijo de Sánchez Mazas, nª 4 de Falange) en la mili en el Sáhara, 1962.

Es esta canción, la que cantada en voz del padre de Edurne, rompe y concluye esa sesión de cine expandida llamada “Ligth years away”.

“Ay, qué desencanto si me borrara el viento lo que yo canto”, con una elegancia donde no sobra ni una palabra, ningún recurso, Rubio consigue con esta pieza una verdadera recuperación de nuestra memoria, de nuestro pasado que sigue lacerándonos, influyéndonos más de lo que creemos. Habla Rubio de la aventura de unos espeleólogos burgaleses, ciudad jodidamente franquista donde las haya, descubriendo una inmensa cueva intransitada llamada Ojo Guareña. Espeleólogos que además son familia, padre, madre, hermanos y compañeros.

Consigue Rubio con un documental en oscuridad, de una sencillez aplastante, trasladarnos a esa cueva triple que es Guareña, que fueron 40 años de franquismo y que es la investigación creadora. Un documental que muta y como si fuera “La rosa púrpura del Cairo” sale de la pantalla y se vuelve espacio envolvente. Consigue esto último Rubio con recursos escénicos sencillos y teatrales: bajando la temperatura de la sala, oficiando de guía de la cueva con linterna en mano, mostrando con esa misma linterna las tripas del teatro como si fueran las de la propia cueva, e incluso con un texto en escena con foco cenital sobre una de las simas donde la gente enterraba animales muertos o enfermos y donde han encontrado restos humanos de la sangría que fue la Guerra Civil.

Y lo que más me sorprendió de “Ligth years away”, es como el subtexto de la obra, el tema tratado (memoria histórica, guerra civil, franquismo, resistencia ideológica, etc.), tema en el que ya uno no sabe si cabe registro nuevo desde el donde seguir ampliando, tema manido, vociferado, llorado, usado como arma arrojadiza; como este tema, decía, estaba abordado por parte de Rubio con una elegancia en medios y recursos que hacía que cada frase abriese un abismo, como el lenguaje construido por Rubio (imagen, sonido, palabra y espacio) era capaz de abrir galerías profundas donde íbamos adentrándonos.

“Ay si es que yo miento que el cantar que yo canto lo borre el viento”, y después de un viaje austero, comedido, donde íbamos adentrándonos en Ojo Guareña, en un metadiscurso sobre la creación apasionante, donde vivíamos el silencio acompañado con el más simple de los recursos, surgía esta canción cantada a capela por el padre de Rubio.

Y nos imaginamos y acompañamos al padre de Rubio en una galería de Ojo Guareña, en el subsuelo, con todos los crucifijos burgaleses pesando ahí arriba, sobre la tierra, cantando con emoción también contenida y entonada esta canción. Llega la emoción a través de estos gallos que no veía con buenos ojos el PCE ya que en cierta manera abogaba por la reconciliación, una emoción contenida, compartida en platea, de una generación encerrada en un sistema castrador, la de nuestros padres y abuelos. Nada más que decir de esta pieza que además une escena y cine como pocas cosas que uno haya visto, quizá una letra de Chicho que tanto resuena en días como estos, en estos momentos de recepción real del día de la raza:

CANTA GARGANTA

(…)

los ladrones andan sueltos y detienen al obrero

los ministros del gobierno, contemplando al capital

se olvidaron de la fuerza del obrero del metal

Mucha cadena poco jornal

o liberan a Durruti o se quedan sin metal

poca justicia, mucho penar

O liberan a Durruti o se quedan sin metal

(…)

Pero no quería acabar esta crónica sin mencionar el paso de Fäustino por ELSL con su nuevo trabajo: “Concierto para espacio y sonido”. Obra que se pudo ver en programa doble tras “Ligth years away”.

Es difícil hablar de un creador que llevas acompañando como espectador desde el año 2003 en que viera “Nutritivo”, que has seguido en su deriva teatral con espectáculos como “La historia de MªEngracia Morales”,  “El Cremaster de los Cojones”,  “f.r.a.n.z.p.e.t.e.r”,  “De los condenados”, “Duques de Bergara unplugged” o “Zombi”; y que has continuado viendo en su deriva más corporal, “recibí una llamada del cuerpo” dice Fäustino. En esta deriva más centrada en el cuerpo hemos visto “C60”, “Estilo internacional” en el LP y en Citemor… Bueno, demasiadas obras para citar, demasiadas interconexiones. Valga decir que Fäustino llegaba con esta nueva pieza IV parte de esa investigación sobre el cuerpo en la que anda centrado, manera diferente de trabajar, de plantearse la producción y exhibición de los trabajos y periplo en el que Fäustino lleva a cabo un trabajo más en solitario y que además no ha tenido la más “fácil” acogida que tenían sus trabajos anteriores.

Tan solo resaltar que si en su deriva teatral Fäustino despojaba el mecanismo teatral, la dramaturgia y la  composición de todos sus elementos para mirar al hecho escénico cara a cara, algo similar hace en esta investigación del cuerpo.

Y asistimos a otra indagación, acierto en la programación, que resonaba con el trabajo anterior de Rubio, En este caso en vez de en Ojo Guareña nos adentrábamos dentro del cuerpo de Sergi, que tras una investigación de cómo poder registrar los sonidos interiores del cuerpo nos ofreció, a través de sensores implantados a lo largo de su cuerpo, un concierto donde aire y sangre son los instrumentos.

Me sorprendió, sobretodo, la diferencia con el resto de trabajos sobre el cuerpo que Fäustino había realizado anteriormente y que se centraban en llevar al cuerpo a un estado de cansancio donde este se abriera, se relajase y desde ahí trabajar el movimiento, la relación con el espacio o la propia memoria dancística del cuerpo. Pero en este caso el cuerpo desaparece, si bien lo vemos correr, cansarse y ese cansancio es el que va activando ritmos y sonidos, el cuerpo desaparece y queda centrada la pieza en una acción sónica que creo que es quizás la que mayor carga poética tenga en los últimos trabajos de Fäustino.

El dispositivo, con estética de concierto pospunk, funciona. El público está en escena dentro de un cuadrado marcado con cinta blanca en el suelo. Al principio un cuerpo enfrentado a público va realizando ejercicios donde vemos el cuerpo de Fäustino temblar, trabajar el esfuerzo casi estático. Tras esto Fäustino sale de cuadro y corre por los márgenes del cuadrado, vamos viéndolo pasar pero ahí ya desaparece, uno cierra los ojos y se entrega a los sonidos mezclados en mesa.

Habría que hablar también de la estética de la imagen en Fäustino, siempre hay un cuidado explícito en cada pieza de este creador. En esta ocasión, su presencia es dura, distante, como enfrentada al mundo, desde la soledad, como si hubiera un abismo entre lo que pasa en uno y lo que fuera pasa. Imagen de gran fuerza que es frontispicio de lo que ocurrirá luego.

Y es que esta pieza comienza cuando el cuerpo desaparece porque en cierta manera ya estamos dentro de él. Y ahí ya no hay imagen, ya no hay enfrentamiento y nos inunda la fuerza desesperada de lo íntimo, de la voluntad de trascendencia del ser humano carnalizada en aire, sangre y fuerza. Asistimos a un grito que es vida, vida que quiere implantarse, vida que es fuerza y un galopar que parece que gritase como Celaya “Nadie, nadie, enfrente no hay nadie” al mismo tiempo que tiene esperanza de comunión en su insistencia. Fue esa la pieza que resonó con fuerza en la caja del Valle Inclán, la de una fisicidad que es espíritu en grito, que habla de soledades y de problemas irresolubles, de imposibles, de mirada fija en el abismo. Gran pieza solitaria de Fäustino.

Y aquí acabo, sigue lloviendo sobre la corte y uno sigue teniendo la impresión que no tememos casa donde guarecernos, me gustaría quitarme este malestar, quizá injustificado, que dos buenas piezas como la de Rubio y Fäustino no han conseguido disipar. Quisiera no pensar en el futuro próximo de Pradillo. Y pienso en esta lluvia que desluce el desfile, y pienso en esa cita de Moro en El Principe que dice que uno debe estar a la intemperie y mojarse para promover el cambio social, y pienso en L´Alakran haciendo “Silencio de las Xigulas” por bares de Euskadi porque no se la programaba nadie, y pienso que el CDN debe ser casa de todos, que el CDN es nuestro, pienso en cuántas veces he defendido esta tesis ante periodistas independientes que no querían cronicar sobre lo que allí acontecía porque “eran unos vendidos”, pienso en cuántas veces discutí diciendo que la pelea está ahí, pienso en la bonita pelea que supone ELSL y miro la televisión y solo veo a la cabra de La Legión.

 

Una respuesta a “Crónica de la tercera semana del ELSL: yo quiero que escuches como suena este batallón

  1. Gracias Pablo,
    Desde el oriente más cercano recibo y leo todo este cúmulo de crónicas. Crónicas que cada vez hablan más del interior del que las escribe. Casi como si la obra fuera un disparador de otra cosa (la cosa de la cosa de la cosa), si es que hubo cosa que se percibe que sí, y de esta manera las recibimos en la distancia y gracias! porque así sabemos que existís los que escribís ya que no nos vemos tanto en los últimos tiempos desde que desaparecieron varios festivales y ahora por oriente nos damos más a la «internacionalización».
    Pensaba últimamente que en el ELSL se habla mucho del CDN, tanto que parece algo así como el Palacio de la Moneda de las artes escénicas, algo que hay que recuperar, invadir, vivir, socializar… y pienso que es él el que nos sigue colonizando porque seguimos hablando de él, de ese palacio escénico y político que obliga al posicionamiento, a una dialéctica en la que gana el CDN porque la coordenada desde donde nos situamos es errónea. El espacio (concreto y político) no se mueve y a artistas y asistentes nos obliga a movernos en referencia a él. Al final uno entra creyendo que está conquistando La Moneda y lo que está haciendo es pagar 25€.
    Entonces, cuando has nombrado al LP en sus «Nits salvatges» en el CCCB me he dado cuenta de que es eso! que el espacio no es tan importante! (el hall del cccb es horrible) El lugar tiene que ser permeable y siempre es necesaria una proporción, una buena adecuación.Es importante en un momento dado el gesto político de invadir el CDN pero no es un sitio para quedarse a vivir, no nos confundamos.
    Nosotros estuvimos trabajando el año pasado en el TNC durante seis meses, es alucinante, un sitio totalmente burocratizado. Un lugar que solo está preparado para grandes producciones, desde grandes compañías, hasta ferias de coches. De todo menos teatro en su sentido primigenio, pues, en un pasillo de los camerinos había una mesita totalmente anodina con un cartel encima que ponía: NO MOVER y nuestro mayor pasatiempo durante esos seis meses fue imaginarnos que íbamos cambiando de sitio la mesita con su cartel en el inmenso recinto teatral, empezando por unos metros, hasta llegar a ponerla en el despacho del director. Nos parecía tremendamente subversivo. A esas alturas puedes imaginar que el TNC ya nos había colonizado.
    A ver si nos vemos pronto para charlar de estas cosas.
    Desde aquí mucho ánimo al ELSL que está a punto de acabar y gracias a los cronistas por hacerlo llegar.
    Un abrazo!

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