Segunda semana de Elsl: dos casas opuestas

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Fotografía: Javier Marquerie Bueno

Texto: Pablo Caruana

Durante esta noche tan española del 1 de octubre, tan cainita y folclórica, donde la sombra de la sombra de la sombra, como decía Brel, de la izquierda de este país se va por el desagüe; en esta noche tan europea de partidos viejos, de socialdemocracia  enmohecida y sobrepasada, estaba yo escribiendo sobre la pieza de los mexicanos Lagartijas tiradas al sol, “Veracruz, nos estamos deforestando o cómo extrañar Xalapa”.

Media España se lleva esta noche las manos a la cabeza temiendo perder la sacrosanta estabilidad, otros se llevan las manos a los bolsillos y tiemblan con la llegada otra vez de la derecha, otros se relamen, la sultana llora y España se convulsiona. Y mientras, uno intenta reflexionar en grafemas sobre una obra que de manera directa nos habla de la realidad devastada de uno de los estados que yo siempre imaginé, por lecturas y por pura inventiva, más bonitos de México: Veracruz. Por un lado, intento medir toda distancia, ser consciente de no poder no ser eurocentrista, y desde ahí, con lo que uno pueda –respeto, comedimiento-, intentar hablar de esta pequeña pieza nacida como conferencia a petición de Escenas do cambio, festival gallego dirigido por Pablo Fidalgo. Y por otro, después de ver a Luisa Pardo trabajando en escena, se me atraganta toda esta realidad falsaria española hasta la arcada.

Pero la noche se tranquiliza y lo primero que pienso es en esta semana extraña de ELSL. Si bien no estaba así presentado por el festival, sí que estaba en subtexto que esta semana ELSL abordaba dos trabajos en torno al concepto de la casa, dos trabajos de dos mujeres, dos trabajos que vienen de maneras, prácticas escénicas, se dice ahora, disímiles. Y digo extraño ya que más que disímil el asunto se convirtió como si de un calcetín vuelto del revés se tratase.

Vimos el jueves un trabajo arduo, compositivo hasta la extenuación, formal, con un planteamiento que partía de una voluntad de génesis primigenia, de volver a construir el mundo desde su origen. “La Casa” de Aitana Cordero comienza con un gran lienzo en blanco, con un gran espacio vacío que tiene que ser llenado. Allí en una acción alargada y pausada cuatro “intérpretes” van colocando objetos que son restos desgastados de construcciones anteriores. Pero los objetos son tratados como si hubieran perdido su funcionalidad, incluso su nombre y hubiera que volver a nombrarlos, a darles uso, a relacionarse con ellos. En este pensamiento sino utópico si ucrónico, Aitana Cordero va construyendo, se piensa primero los objetos en relación a un espacio, luego se pone en contacto a esos objetos con el cuerpo humano y tras eso se intentan diversas construcciones a las que uno pudiera llegar a llamar casa, pudiera habitar. Hay acciones voluntariamente fallidas de construcción, que van hilando una dramaturgia donde cabe incluso la crítica hacia procesos acumulativos. Hay reflexiones donde el espacio y el volumen, las fugas, las aristas y las tensiones son incluso materializadas como si de un estudio de un cuadro del Renacimiento se tratase.

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Y en esa sucesión de intentos fallidos va habiendo un cansancio, una interrelación entre estos seres casi autómatas, entregados a un afán constructivo donde prima la concentración y el cuidado. Y poco a poco va quedando ese afán, obsesivo, de construir, de destruir, como si muchas veces lo que nos creemos que es un proyecto vital no fuese más que un proyecto biológico.  Al final parece que se llega a una construcción posible de habitar, después de dos horas y media y de múltiples deserciones de un público que no quiere jugar a otros ritmos ni por asomo…

No quiero adentrarme más en la obra, les recomiendo el texto escrito en este blog por Óscar Cornago, creo muy acertadas las lecturas de cómo en la obra no se llega trágicamente a habitar y el extrañamiento ante un final cerrado, con lazo.

Pero quería traer a colación el trabajo de Aitana Cordero destacando dos cosas. Primera,  su voluntad compositiva y coreográfica y cómo toda la pieza sangra y vive por su potencia formal. Segunda, la voluntad de creación de un espacio donde poder reinventarnos como ciudadanos que entraña esta pieza, su voluntad de búsqueda y de cómo ésta le lleva a empezar de cero, a apartar la historia e intentar buscar otra manera de relacionarse, de convivir, de habitar, de construir. La búsqueda, en última instancia, de un nuevo hombre/mujer, mujer/hombre en el que uno intuye la pérdida de confianza total en el que surgió de la cultura occidental.

Porque, como les decía, esta pieza se sitúa en las antípodas de la otra que pudimos ver esta semana “Veracruz”. Esta última es una obra pequeña, un híbrido escénico que surge de un pedido de conferencia que se vuelve, por necesidad expresiva de quien la hace, Luisa Pardo, escénica. Pero también por adecuación al lenguaje de Lagartijas, lenguaje cruzado por dos variables: la historia reciente de su país, México, y una necesidad de trasladar información al público, véase piezas anteriores donde se cuenta la historia de la represión de la insurgencia en su país, del propio PRI o del narco.

Así, en “Veracruz” vemos elementos muy reconocibles de Lagartijas como el uso del video o un decir expositivo que se va mezclando, superponiendo y en definitiva siendo tratado dramatúrgicamente. Decían los lagartijas en el vermú del pasado domingo que su próximo proyecto es hacer 32 montajes sobre cada uno de los estados de México, ya han presentado el pasado agosto tres piezas en el Teatro La Capilla de DF: Veracruz, de la que estamos hablando, Tijuana y Amoukalli. El proyecto es inhumano… Si consiguen un tercio ya será algo encomiable. En ese mismo vermú hablaban también del cansancio de la compañía, de tanto girar, del miedo a repetirse que les provocó el último montaje de Garcia… Gran tema este, el de los ciclos creativos de las compañías o artistas y lo difícil que es afrontarlos… No puedo evitar pensar en el propio Carlos Fernández que nos acompaña este año en el blog que durante años estuvo montando maravillas, o del propio Fernando Renjifo que presentaba a los lagartijas en el vermú y que anda también en impases… La respuesta que dio lagartijas me pareció coherente e interesante para ver posibilidades de cambios de estrategia que permitan seguir trabajando y creciendo al mismo tiempo sin convertirse en meros productores de producto cultural. Les animo a ver el vermú colgado en este propio blog. Y la pregunta que me salta, como espectador ibérico, es qué proyectos teatrales hay en este país que tengan ese afán de llevar a escena la situación social y política de los últimos lustros… Tan solo puedo remitirme al buen trabajo que está haciendo (desde otros parámetros teatrales más enraizados en el teatro representativo pero con muchos puntos de concomitancia con los lagartijas), Alberto San Juan en el Teatro del Barrio en Madrid.  Quizá haya otros que desconozca. Y aún así, sin querer caer en los eurocentrismos antes mencionados, creo que algo que define la escena nacional independiente es la ausencia de la historia y la urgencia como elementos propulsores de la creación. Vaya frase, es la típica frase que quizá hablando y repensando con otros uno tiene que acabar tragándosela. Aún así, la mantengo.

Pero volviendo al tema propuesto por ELSL y a la propuesta de esta semana pasada, la casa de la que nos habla Luisa es diametralmente opuesta a la de Aitana Cordero. Una casa que ya no existe porque ya no es más habitable,  donde todo lo que queda es pasado, recuerdo, el de la infancia de Luisa Pardo, una casa cargada de historia y que en el presente aparece moribunda, ida. Una casa que quizá en lo único que coincida con la de Cordero es en que es “trágicamente” no habitable.

Además, la  carga formal de “Veracruz” tampoco es esencial. La pieza no entra en un estudio formal de la conferencia tan habitualmente moderno en los últimos tiempos. Puede más la urgencia de lo acometido y la duda ética de cómo hablar en un espacio como el teatro del dolor, del dolor ajeno y próximo y del dolor propio.

Para poner en contexto el trabajo hay que decir que la pieza-conferencia versa sobre el asesinato de cuatro personas en DF sin aclarar entre el que se encuentran un periodista fotógrafo de Veracruz, Rubén Espinosa y una creadora escénica y activista muy conocida en el gremio, Nadia Vera que también vivía en la capital veracruzana, Xalapa. Un asesinato que todavía queda muy cerca, tan solo hace un año, y que convulsionó ciertos sustratos de la cultura (que no habían tradicionalmente sido atacados por la represión del Estado) por la personalidad y profusa actividad de Vera. En el montaje se acusa sin ambages al antiguo, recién cesado, Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, y también se destapa el caldo de cultivo del anterior en el cargo, Fidel Herrera. Se va mostrando y explicando cómo autoridad y narco van de la mano y cómo estos gobernadores van construyendo una clara cultura del miedo represora en torno al activismo y el periodismo disidente. Por cierto, este último, Fidel Herrera, ahora ostenta el cargo de Cónsul en Barcelona. Propongo, ya que el Estado Español no tiene problema en aceptar diplomáticamente cualquier cosa, que si algún seguidor de acá o Teatron, que catalanes haylos, se encuentra con este prócer en algún evento cultural no deje de espetarle los nombre de Nadia Vera y Rubén Espinosa a la jeta. Hasta nuestro querido El País, que es otro Veracruz en caída libre, se hacía eco de ello: aquí.

Pero volvamos a la pieza. “Veracruz”, ante ese conflicto ético de cómo hablar del dolor y la violencia, opta por la sencillez. Opta por la sencillez expositiva y la contención emocional que también se contagia en una estructura cronológica y testimonial, dos clásicos del lenguaje expositivo y del teatro documental. Y en esa estructura clásica y  sencilla, durante la hora que dura la pieza, tan solo se permite Lagartijas dos acciones, una alargada que le permite continuidad dramatúrgica (Luisa va cambiando en el espacio macetas con grandes plantas desde donde habla a donde va construyendo un pequeño altar que es al mismo tiempo recordatorio de los muertos y representación de Xalapa, otra moribunda); y una acción puntual, la única de la pieza, en la que se destruye un ladrillo con un martillo. Sencillez formal hasta la extenuación que va encontrando sus rendijas hacia lo otro en el decir y estar de Luisa Pardo y en la carga emocional e histórica de lo que va diciendo. Y es en este calcetín dado la vuelta, en esta otra cara de la luna del trabajo formal y europeo, donde uno se da cuenta que los caminos son muchos. No puedo dejar de señalar mi duda, es duda y no afirmación, de la pertinencia de estas dos obras mirándose en una misma semana, en un ciclo donde se ha comenzado con un gran exponente de lo que acontece y mola en Europa, Ivo Dimchev, y se ha continuado con una producción arriesgada a una creadora que bebe en circuitos SNDO y similares. Huelga decir que ambos montajes son dos buenas piezas y creo que dos aciertos del ELSL. Pero cómo llega el público ante esta obra, “Veracruz”, tan pequeña, tan frágil, surgida de una coyuntura tan concreta. El público no es tonto, es más: el público no existe. Pero la duda de este camino que ELSL nos proponía, véase entrevista a los comisarios en este blog, persiste.

Pensaba yo en otros montajes de Lagartijas donde se une la fuerza de lo urgente con una gran potencia estructural, obras en las que comienzan a entrar en juego la utilización de dispositivos, la manipulación de objetos, y la mezcla del teatro documental y el teatro autobiográfico que como bien decía Gabino de lagartijas en el vermú estalló en Argentina (ay Vivi Tellas) e incendió buena parte de América. Pudiera sino parecer, quizá peque de alarmista, que este teatro urgente y político va acompañado de formas y procederes más elementales, más rudimentarios que diría el eurocentrismo. Una posibilidad que parece incluso más plausible en este país vista nuestra historia teatral reciente que cada vez que mezcló historia, política y teatro salió bien escaldada.

Para concluir, pensaba, viendo el montaje, que dentro de diez o veinte años posiblemente estemos hablando del desastre social y humano ocurrido en México durante comienzos del siglo XXI. Mirando el horror del pasado. Y pensaba en el teatro o la creación escénica (creo que así no lo llamaban por entonces), que se debía hacer en el año 1978 en Buenos Aires, o en el ejemplo que ustedes quieran buscar. Qué hacer cuando una sociedad no quiere ver el horror y el desastre presente. Y pensé lógicamente en Teresa Margolles, artista mexicana que lleva más de diez años luchando para que se cuente y se dé nombre a cada muerto. Y pensé qué tenemos que ver nosotros, los españolitos, con todo esto, y qué tiene que ver el teatro que aquí se hace con lo que está pasando en este país. Y en este momento delicado políticamente en España, donde municipalidades de izquierdas están intentando cambiar las bases de lo subvencionable para primar el “arte comprometido y social” (buena manera de matarlo), pensaba en qué movimientos hay con base y raíz para situarse y campear con ética y fuerza.

7 Respuestas a “Segunda semana de Elsl: dos casas opuestas

  1. «Por sombra volveremos…»
    Que bonito, Pablo, empezar tus reflexiones con Brel y además introduciendo la actualidad política como contexto y coincidiendo con lo que, en mi opinión, hace años que no es y, si me apuras, nunca fue.
    Siempre está bien contextualizar, hace que saboreemos mas las cosas.
    Pero lo mas hermoso de este fin de semana nuestro es contrastar dos trabajos que nos han ofrecido dentro de este ciclo de El lugar sin límites.
    Y con afan de «polémica» escribo un par de cosas que me vienen a la cabeza rápido y casi sin reflexión.
    Creo que las dos obras reflejan bien dos mundos completamente opuestos.
    Y no quisiera centrarlos en dos continentes aunque mucho me lleve a eso.
    Porque mi percepción me lleva a dos mundos opuestos.
    Centro-europa y centro-américa son los lugares de creación de estas dos obras.
    Contraste brutal en solo dos días.
    Miradas de un lado y otro de un oceano cada vez mas lleno de intercambios porque centro y periferia ya son palabras del pasado.
    Por un lado la obra de Aitana creo que representa muy bien en que estamos aquí. Es casi un paradigma. Por duración, por discurso, por esfuerzo…, y al final también por inestabilidad, por reflexión, por dejar abierto un desenlace: un a ver que pasa? un qué piensas tu de todo esto? Un qué puedes? Un te ha emocionado o te ha dejado indiferente? Ni fu ni fa?
    Al otro Luisa y las Lagartijas, con una conferencia demostración, una ráfaga de metralleta directa al corazón. Corta y contundente. No sé si representa al otro lado porque no vivo allí. Pero me hace sentir algo fundamental: cuanto vale nuestra vida? Cuanto estás dispuesto a dar? Te han brotado las lágrimas? Has pensado en algo concreto? Has sentido esa bala en tu nuca como debieron sentir los cinco de Navarrete?
    Maderas viejas contra plantas vivas?
    Tédio contra emoción?
    Y no es porque aquí no tengamos. Acaba de ser elegido por mayoria absoluta un tipo que no hace muchos años se fotografiaba con un conocido narcotraficante en su yate. Hace unos pocos días, en Galicia, sin ir mas lejos.
    Se ha quedado vacío el discurso de esa Europa libre?
    En la cultura occidental inventamos una Eva, madre de todos los hijos que habitan la tierra. Como nacida de una costilla nunca podía tener ombligo pero toda la iconiografía la presenta con la cicatriz en el vientre.
    Paradigma de nuestro obliguismo?
    Fomentar el debate.
    Y para terminar una canción nacida en esta nuestra Europa en guerra que alcanza su explendor hoy en otras voces.

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  2. ¿Dónde veis vosotros el esfuerzo en la obra de Aitana? Es probable que haya empeño, pero desde luego es un empeño que no se lleva a sus últimas consecuencias. No acaban exhaustos. Incluso cuando empiezan a correr, se paran antes de cansarse. Y estar tres horas en escena, no es esfuerzo. Esfuerzo en La casa de la fuerza de Angélica. Cargar con una lama de tarima flotante no es lo mismo que cargar con sacos de carbón. Decir que la obra de Aitana representa muy bien que estamos aquí, perdónenme, pero es una soplapollez. Es como no decir nada. Comer un cocido también representa muy bien que estamos aquí. Al menos le cocido te atraviesa. Igual que decir que es una obra que deja caer su peso en la «composición» y la «forma». La «forma» se rompía todo el rato. La «forma» es límite. Y Atiana dejaba que sus performers recogiesen el espacio primero de tabla en tabla y luego, si querían, cinco o diez tablas a la vez, por poner un ejemplo estúpido. Ahí no hay «forma». Y sí, ya sé que todo es un «forma». Pero no era un trabajo formal. Era un trabajo fallido. Mucho más formal era Ivo. Tampoco había «forma» en las imágenes, que se creaban porque se colocaban en cada momento donde les salía en gana. Está bien justificar las obras, pero estar tan alejado de lo que se decía y sentía al salir de la sala… es… raro… para mi desde luego es extraño que está obra se haya programado casi como cabeza de cartel en el cdn de el lugar sin límites

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    • Tienes razón, Alfredo S, en la casa de la fuerza había aproximadamente unos 20 ó 30 kilowatios más de fuerza derrochados con generosidad que en la casa de Aitana. A lo mejor por eso se llamaba «de la fuerza» y la obra de Aitana, sólo la Casa. Cómo sudaban y se caían y gritaban ¿eh? Eso es esfuerzo, coño. Lamas de madera… venga, hombre!

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      • Ay, ay, ay, cuidadparaotravida, ay. No he sido yo el que ha hablado del esfuerzo sino el empeño de los textos que intentan justificar algo que hace aguas. Empeño mucho + interesante que la propia obra, por otro lado. La Casa simplemente es un ejercicio de escuelita onanista y vacío.
        Y sí. Lamas de madera. ¿Acaso no las viste?

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  3. Hola ciudad para otra vida, hola Alfredo, gracias por comentar, ante todo. Tan solo deciros que La Casa de la fuerza tiene un registro dramático que no tiene LA CASA. El cuerpo de los que están en escena en una y otra pieza está en lugares tan disímiles… Me acuerdo de una pieza de Paz Rojo, «Lo que sea moviéndose así», en la que el trabajo corporal era extenuante y el cuerpo de paz no dejaba de estar en un lugar donde el esfuerzo nunca era visible. Pero sobre todo, no entiendo esto de hablar sobre si hay más esfuerzo en una u otra pieza. Además, creo que en este post no hablo de esfuerzo en absoluto, pero entiendo que es algo que se ha estado diciendo sobre la pieza… Y comprendo vuestro comentario, y ya puestos decir que sí que pienso que en la pieza de Aitana hay una actividad frenética, que no para, que representa en cierto modo una obsesión, una dedicación que cuando va avanzando la obra genera cansancio, en quien ve y en quien hace. Pero sobre todo, me da igual si el que está trabajando en escena se esfuerza fisicamente más o menos, no sé si de ahí podemos sacar algo para conversar… En cuanto a lo que dice Alfredo de la forma… Yo ahí discrepo, la forma no es algo que tenga que ser acabado, fijo, se puede trabajar sobre lo no hecho, sobre lo expandido que decía Cornago… Pero ante todo, gracias por compartir. Última opinión propia, sí que creo que LA CASA es un gran exponente de lo que ELSL puede y debe hacer.
    pablo

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