El estreno de ayer de «Arrojad mis cenizas sobre Mickey» en Madrid se presentó al público con dos escenas cortadas por amenaza de multa. Rodrigo García planteó un paréntesis durante la función para explicar una de las escenas que no ha podido mostrarse y se entregó una carta al finalizar explicando los cambios en la escena final y el por qué de su obra «mutilada».
Carta de Rodrigo García
En la escena final de Mickey, el performer que está en el suelo sentado y embarrado hasta la coronilla ‐Gonzalo Cunill‐ debería tener cuatro ranas atadas a sus manos por medio de cordones elásticos para evitar que al dar saltos los bichos sufran daño (y para que no se escapen y mueran en algún rincón inaccesible del teatro).
No están. De ahí que os pueda resultar gratuito y torpe el video que cierra la obra, donde unas ranas gigantescas pueblan un barro similar al que cubre la escena.
Se trataba de un espejo virtual que amplifica lo que sucede en vivo, en miniatura, y que no podréis ver porque un aparato censor de vuestra Comunidad os lo prohíbe.
Aquí la tenéis: una obra mutilada.
Nosotros decidimos hacerla lo mismo porque necesitamos el dinero, como todo el mundo que vive de su trabajo honradamente o en delincuencia (la honra es subjetiva y caprichosa como el amor, solo el odio y la luna son irrefutables).
Es verdad que si esto lo hubiésemos sabido meses antes ‐la intimidación nos llegó hace muy poco‐, cancelar e irnos con la música a otra parte, actuar en otra ciudad, habría sido relativamente fácil. Público: habéis sido estafados.
Esta mañana, preparándome el café ‐siempre igual, siempre preparándome el primer café me asaltan las cuestiones que negué el día anterior, como si uno no pudiese permitirse ser ciego o cobarde 48 horas seguidas‐ imaginé que hacernos esto era como tomar un poema y tacharle unas cuantas palabras que no nos gustan o que tenemos miedo de comprender.
Y repetí de memoria unos versos de aquel poema que aprendimos en la escuela:
Pero, es verdad, ¡he llorado demasiado!
Los atardeceres son desoladores.
El áspero amor me ha llenado de embriagadoras torpezas. ¡Oh, que mi quilla explote! Que yo vaya al mar!
Mais, vrai, j’ai trop pleuré!
Les Aubes sont navrantes.
L’âcre amour m’a gonflé de torpeurs enivrantes. Ô que ma quille éclate ! Ô que j’aille à la mer !
Y luego lo repetí tal y como en realidad es:
Pero, es verdad, ¡he llorado demasiado!
Los atardeceres son desoladores.
Toda luna es atroz y todo sol, amargo:
el áspero amor me ha llenado de embriagadoras torpezas. ¡Oh, que mi quilla explote! ¡Que yo vaya al mar!
Mais, vrai, j’ai trop pleuré!
Les Aubes sont navrantes.
Toute lune est atroce et tout soleil amer :
L’âcre amour m’a gonflé de torpeurs enivrantes. Ô que ma quille éclate ! Ô que j’aille à la mer !
Me han quitado mis hamsters y mis ranas, no es nada, no pasa nada, no os perdisteis nada, es más o menos como arrancar de un poema el verso:
Toute lune est atroce et tout soleil amer
Casi nada.
Rodrigo García