Teatro okupado, teatro humano

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Salgo del vermú con Rodrigo García en la Sala 200 del Museo Reina Sofía y pienso ¿quién dijo que no le interesaba a la gente joven el teatro? Hay gente joven, gente guapa, chupas vaqueras, camisetas, zapatillas, tacones y barbas y peinados a la última. Como ayer, en el Teatro Valle-Inclán, también, mucha gente joven de la que normalmente no “okupa” el teatro para ver “Arrojad mis cenizas sobre Mickey». Jóvenes a los que tal vez no les interese el teatro que programadores y productores quieren obligarles a ver después de pasar por taquilla a precios desorbitados para los salarios que manejan. Convocados a un teatro al que no le dan valor. Y es que uno no paga por aquello que no valora. Ni poco, ni mucho, ni nada. Tal vez no se les considere un número suficiente para que el “business case” les salga a cuenta a los que comercian con el teatro, con ese teatro que cotiza en bolsa igual que una lavadora o que un coche y con los que comparte la misma utilidad y la misma obsolescencia. Teatros y productos de sociedades anónimas que cotizan en bolsa frente a sociedades “humanas demasiado humanas” de presupuestos pequeños, la mayoría de las veces exiguos. Presupuestos que no son capaces de comprar voluntades pero que favorecen la voluntad de hacer teatro en libertad, un teatro que valga a sus contemporáneos, un teatro que tenga valor, un valor “Humain, trop humain».

Colaboración de Antonio Hernández Nieto

*Imagen de Mariana Barassi.

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