Diario hacia un encuentro | Carlos Marquerie

Carlos Marqueríe, participante en el primer encuentro de dramaturgia de El lugar sin límites, compartió este diario con el resto de los participantes. Un diario que combate al pudor para desentrañar los mecanismos de la creación, el ámbito y la arcilla de la dramaturgia. Una dramaturgia nacida del pensamiento que es duda, del sueño y de la vida. Con generosidad nos lo manda para compartirlo con todos.

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 11.05.15

Dentro de 2 años se cumplirán los 25 de estrecha relación con Elena. Es decir si estuviéramos casados cumpliríamos las bodas de plata.

El pasado  sábado por la mañana follamos maravillosamente bien, después y a lo largo del día se me fueron acumulando imágenes e historias que me condujeron irremediablemente a una tormenta de emociones. Aunque parezca que no viene a cuento lo del follar, lo digo porque un día que comienza con un buen polvo empieza bien y quizá nos predispone a una sensibilidad particular ante lo que sucederá.

Al medio día me sacudió el ver  la imagen de Elena con Río, el hijo de Paz y Emilio, en brazos. Tuve que refrenar mis lágrimas.

Por la tarde fuimos a participar en el proyecto de Aitana sobre los besos. Allí besé a aquella joven desconocida de ojos claros y mirada impenetrable.

Por la noche vi la película basada en el cuento de Scott Fitzgeral, sobre la vida del niño que nace viejo y muere  bebé, Benjamín Button.

La imagen de la maternidad, la delicadeza y fragilidad del recién nacido en los brazos de la mujer, en este caso el hijo de los amigos en los brazos de mi mujer, me devuelve al pasado, al nacimiento de mis hijos, y a mi vida transcurrida con ella, con Elena.

El beso que unió mis labios viejos con los de aquella mujer joven dejo mi cuerpo estremecido por lo que día  a día va desapareciendo y me enfrentó a los deseos ocultos y al miedo de su extinción. Me sumergió en una profunda melancolía.

Y al final del día, un cuento sobre el implacable paso del tiempo, contado al revés en este caso, pero con todas sus conquistas y sus renuncias, para de manera irremediable concluir con la muerte. Y la incomprensión amigo, la jodida incomprensión por ese dolor de espalda acumulado, para llegar sin más al silencio de la vida. Por mucho que aceptemos la muerte nunca la comprendemos.

La convulsión rompió mis lagrimales y no pude parar de llorar. Tampoco lo intenté. Me abandoné a mis lágrimas. Mis ojos fueron un manantial inagotable. Luego soñé con mis ojos rodeados de costras oscuras. En los valles de mi rostro surgían escarpadas montañas, fruto de la acumulación de los sedimentos que arrastran mis lágrimas con el paso del tiempo.

Estas imágenes y estas historias, estos pensamientos y estas emociones se agolpan en mi memoria y se relacionan en mi cerebro de manera extraña, y aparecen en mi vida, es decir surgen de la oscuridad a la luz, de manera incomprensible e impredecible. De la misma manera pretendo que aparezcan las cosas en mis obras, rastreando la oscuridad y dejando que de ella emerjan.

Luego pensé en que prepararía de comer para nuestros amigos ese 3 de junio de 2017 en el que nuestra relación cumplirá 25 años. Y tuve claro que de entrada les daría un rico vermú o un jerez viejo y seco, con aceitunas de las que recogemos y aliñamos en casa.

Las contradicciones acumuladas que se producen entre la búsqueda de la fidelidad y el deseo del descubrimiento de otros cuerpos.

12.05.15

El río siempre se ha utilizado como metáfora de la vida. El rio en continuo movimiento y cómo según llega a su destino cada vez vierte más manso.

Imagino el río de mis lágrimas como metáfora irónica o desesperada, que es más o menos lo mismo, pues la ironía nace de la imposibilidad de soportar lo trágico del día a día.

Mi rostro abrupto. Año tras año se abren en él surcos que serán, en manos de mi imaginación, regatos y torrentes por donde transita entre remolinos y saltos ese liquido denso y salado, transparente con reflejos verdes brillantes y oscuros. Desfiladeros encajados entre  farallones constituidos por los despojos de 60 años transportados por las lágrimas. Su movimiento pule los residuos, al tiempo que deposita en ellos materia nueva, llena de aristas. Desechos verdes, unos pulidos y otros con la impronta del dolor reciente.

Esta especie de río es una chorrada, pero pienso en esas texturas y pienso en la materia de la que están compuestos esos residuos. Todo lo amplío. Y veo esa especie de ámbares verdosos, pulidos con el paso de años y los asocio con lágrimas vertidas por acontecimientos y emociones vividas. Y veo como se acumulan sin orden ni jerarquía.

¿No es cierto que este movimiento de mi imaginación, estas masas verdosas oscuras y brillantes, o esas otras ásperas y rugosas que vierten mis entrañas como lava extraña, ahondan en lo que puedo conocer de mis días?

¿Esta representación mental no es tan cierta ahora como el mismo hecho que representa?

Es una chorrada, sin duda, como cualquier recuerdo, o como cualquier narración de lo vivido, al lado de lo vivido ¿Seguro?

Joder y la duda de nuevo. Pensar es dudar, o al menos esa es mi manera de aproximarme  a las cosas.

14.05.15

La imaginación acepta lo múltiple y lo renueva sin cesar a fin de detectar nuevas “relaciones íntimas y secretas”, nuevas “correspondencias y analogías” que serán a su vez inagotables, como inagotable es todo pensamiento de las relaciones que cada montaje inédito será siempre capaz de manifestar.

El atlas, sin embargo, no se guía más que por principios movedizos y provisionales, los que pueden suscitar inagotablemente nuevas relaciones –mucho más numerosas todavía que los términos- entre cosas o palabras que nada en principio parecía emparejar.

  1. Didi-Huberman / Atlas / lo iagotable, o el conocimiento por la imaginación /p.16

15.05.15

“Iconología de los intervalos”  en Aby Warburg…. Iconología fundamentada en la “conaturalidad, la coalescencia natural de palabra e imagen”.

  1. Didi-Huberman / Atlas / lo iagotable, o el conocimiento por la imaginación /p.17

coalescencia.

(Del lat. coalescens, -entis).

  1. f. Propiedad de las cosas de unirse o fundirse.

“…un deseo de reconfigurar la memoria, renunciando a fijar los recuerdos –las imágenes del pasado- en un relato ordenando, o algo peor, definitivo”.

  1. Didi-Huberman / herencia de nuestro tiempo: el atlas mnemosyne /p.20

18.05.15

Pienso en cómo se producen las cosas en nuestro cerebro. Digo la palabra “cosas” con la intención de ser impreciso, bajo la sospecha que los motivos o emociones o impulsos que motivan nuestro trabajo, nacen de una manera informe y luego les damos forma y convertimos en historias, narraciones, imágenes  etc.

Tengo claro que lo que yo hago y lo que me gusta hacer y lo que hago bien es hacer teatro. Muchas veces he tenido el deseo o las ganas de explicarme como artista plástico que hace teatro, pero sin duda aquello que centra mis días es el teatro, aunque mi vocación y mi formación sean más próximas a las artes plásticas. Pero a pesar de todo esto me niego a pensar que en mi nacen obras escénicas, insisto, salen cosas que yo convierto en obras para hacer en un teatro. Pero tampoco esto es lo que me interesa, lo que me inquieta es el camino que hay entre la idea o concepto o emoción, o conjunto de estas, que motivan el comienzo de un trabajo  y como llega a ser una obra de teatro que empieza y se termina, creando un orden implícito y narrativo. Creo que las cosas que forman una obra no nacen en mí  con la intención ni el destino de convertirse en un orden. Al revés, y siempre pienso que el orden destruye algo de lo esencial. Al menos la manera de ordenar que tengo.

O el hecho que el público viene, ve, escucha y se va, tiene en su ser implícito ese orden. Es decir que casi inevitablemente se nos impone un orden que implica una narración. A nosotros y al público.

Siempre pienso que mi cabeza no es excesivamente brillante, pero que si es profundamente caótica. Quizá debido a la dislexia y su carencia de diagnostico hasta que ya de mayor voy identificando los rasgos de mi hijo con los míos y surge el auto-diagnóstico. Pero quizá debido a esta carencia de diagnostico y tratamiento existe esa percepción en mí de que ese caos es un problema y me impone la búsqueda de una manera de ordenar lo inordenable. Mi trabajo se produce siempre con estructuras que me permitan almacenar, archivar y ordenar lo que produzco. Todo está enmarcado. Los textos en diarios, los dibujos en cuadriculas, las obras en estructuras geométricas etc. etc.

23.5.15

Desde que empezamos a pensar en este encuentro de dramaturgia tengo presente una imagen para poder explicar mi manera de ocultarme en la dramaturgia. Al escribir esa palabra ocultarme me he encogido y curvado sobre el teclado y no quería escribirla y no encontraba su sentido, pero tenía verdaderas ganas de teclearla, así sin sentido, como si las palabras y las imágenes que nutren mi trabajo tuvieran que desarrollarse por encima de mi cuerpo, ocultándome y enterrándome, expandiéndose sin dirección única, sin dimensión . Encorvado siento dolor de espalda. Encallado al tiempo que sobre mí esa red informe, ligera y pesada  de sugerencias, relaciones, abismos y altiplanos de pensamiento, crece y se abre ocupando espacios.  Mi cabeza es solo mero enlace de cosas. Papeles que flotan, ideas que se cruzan y colisionan entre los sentidos y los impulsos. Pero este caos no es una amalgama, no. Ni hablar. Una amalgama es  pesada e impenetrable. Esto es inabarcable como ondas en el lago tras arrojar una piedra.

Ocultarme a mi razón. Ocultarme a la apariencia de mis deseos y de esta manera lanzarme al profundo deseo irracional de dejar libre ese fluir de las cosas.

Al ser inabarcable existe la tentación de crear la cuadrícula, de generar ese orden que me permita tener la apariencia de control sobre lo que me acontece y sobre lo que ese acontecer produce en mí.

El día 11, al comenzar este pequeño diario, describía tres sucesos que me provocaban un torrente de emociones. Pero tendría que unir a esa narración la confianza que se fue generándo a lo largo del día entre Elena y yo, la suavidad con la que me refrescaba el verdejo bien frío la garganta seca de tanto hablar. El conflicto de deseos con los que vivo este periodo de mi vida entre la madurez y la caducidad. Mis peleas  contínuas por vivir con intensidad a pesar de que el vigor decrezca. Los ojos de la chica tras el beso. La somnolencia de la tarde. Y ese dormir maravilloso tras el día pasado y las emociones vividas. Otra historia, otro recorrido, otro reato de lo acontecido.

Y cada cosa que os cuento de aquel día podría expandirse en tantas narraciones o imágenes que golpean lo narrado y  en putos sentimientos que irrumpen resquebrajando lo que acontece y lo que recuerdas de lo que aconteció. Incluso lo que me está pasando ahora al escribir este relato de lo que me pasó hace 15 días. Joder es qué la vida se produce así.

Es de mañana y siento frío. Mi estudio es fresco a pesar de lo avanzado de mayo y la taza de té caliente espera a que termine de escribir esta palabra.

Me he sentado pensando en la imposibilidad de concentrarme en este pequeño escrito teniendo como tengo la cabeza inundada de cosas propias de la organización de este tinglao El lugar sin límites, tan lejanas a él, un escrito que nace de la voluntad de compartir para comprender, del profundo respeto a las personas que trabajan conmigo, de la certeza de que en el otro está también otra verdad que yo desconozco y que necesito, pues sólo del comprender al otro nace la necesidad de compartir, que es base de nuestro trabajo. Mientras mi cabeza está llena de cosas tan diferentes a aquello que me hace hacer lo que hago… Como el caso de ese técnico del teatro donde vamos a trabajar que nos denuncia para que no se haga la obra de Rodrigo García y su equipo, sin conocer lo que allí estamos preparando. Sin opción a que se vea, haciendo uso de la demagogia demócrata para impedir que se comprendan las cosas y que nazcan las reflexiones.

31.5.15

Ayer sábado fue otro día de intensidades.

El día a día entre semana transcurre en el aburrido esfuerzo necesario de poner en pie El lugar….

Por la mañana Ton Koopman tocando al órgano a Bach. Maravilloso (solo un inconveniente: una proyección en directo de las manos y pies del organista, que si bien te explican la grandiosidad del instrumento y el virtuosismos del intérprete, te anecdotiza el pensamiento que surge de los sonidos y te condiciona las imágenes que nacen de la música, alejándote así del movimiento al que te empuja Bach y el órgano).

Ton Koopman es pequeño y sentado en el banco del inmenso órgano, como encerrado en una hornacina, entre tubos y sonidos, se le veía patalear y mover sus brazos y su torso como suspendido en sus propios sonidos. Qué putada de vídeo. Creo que la mitad del concierto estuve con los ojos cerrados, huyendo de la proyecciones, para por momentos entreabrir ligeramente los ojos e impregnarme de la danza del músico.

El órgano, un instrumento para acceder a los cielos y la música de Bach con su profunda religiosidad parecen comulgar en una ascensión. Pero ante esa apariencia, sumergido en el sin fin de cruces melódicos y las contradicciones a las que somete al alma del que escucha, me fui sumergiendo en esas ranuras que desembocan de manera imperiosa en los territorios oscuros que siempre identifico con la riqueza de los infiernos. Los sonidos del instrumento matizan las luces y llena de sombras el paisaje que despliega Bach. Entre las luces y las sombras, y entre  los cielos y los infiernos, desatando percepciones y emociones albergadas en nuestra alma.

En los momentos de máxima concentración, en la respetuosa inmovilidad habitual de los conciertos, mi cuerpo era movimiento quieto, como el organista flotaba entre los sonidos, yo penetrado por la música también flotaba en una especie de danza de impulsos y sentimientos, vapuleado por la irracionalidad de las contradicciones que me provocaba la música. Contradicciones físicas y emocionales.

Pensaba en esa manera de leernos a nosotros mismos a través de las obras que leemos. De cómo relacionamos en nuestro interior aquello que absorbemos con intensidad de lo que nos rodea.

Contar es proponer leer al otro aquello que con lo contado cada uno se relaciona.

Por la noche vi El padrino II y el III. Y me quedé una vez más pasmado ante el silencio detenido, con la boca abierta de Al Pacino en el final de la tercera, que lo hace eterno.

Hoy he comido un arroz con pulpo y albahaca, el ribeiro blanco aligerando el picor de unas pequeñas guindillas secas marroquíes que me regalo hace años un viejo amigo, y todo enredado con el Passacaglia en do menor de Bach, la danza de Koopman y la boca silenciosa que abre paso a la eternidad de Al Pacino y Coppola.

Anhelo estos descansos, sábados como estos que alejado de las labores técnicas y organizativas me permiten vivir con la intensidad deseada, días en los que todo se está moviendo, dentro y fuera, bajo el designio incontrolado de lo que no conozco.

4.6.15

El sueño de la razón produce monstruos.

Los límites de la melancolía y el exceso de Goya.

La luz que impide ver al cegarnos y la oscuridad que nos da ojos en el tacto.

Los monstruos acarician mi viejo cuerpo.

¿No seré acaso yo uno más de los monstruos nacidos de mi sueño, y así  liberado de la razón, contaré historias?

Carlos Maquerie

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