Una noche, en una cena con amigos, amantes y más que amantes del teatro, alguien pregunta al resto algo así cómo «¿qué tiene que tener el teatro para que te guste?” Mi reacción inmediata ha sido silencio, parálisis, y luego hablar de Rodrigo García. De aquella primera obra suya que vi en la Sala Pradillo de una mujer que cocinaba para sus amantes (o era al revés, hace tanto tiempo que ya no recuerdo nada más que la fuerte impresión que me produjo). Y luego he saltado a Gólgota picnic. Y a Daisy. He pasado por la forma átona en que sus actores dicen el texto. Por el Leibniz de voilá! y re-voilá! Y por, por,… Acabada la cena vuelvo a casa desde Lavapiés pensando en la pregunta, una pregunta poderosa que me ha despertado y recuerdo otro espectáculo que Rodrigo realizó a partir de “A floresta é joven e cheja de vida” de Luigi Nono. Entonces escribí acerca de este espectáculo que hacía a los occidentales mirar “desde el Buger King de Antón Martín” a una selva asiática llena de vida, y que no hay nada que asuste más que la vida, ni siquiera la muerte. ¿He hablado de teatro? ¿He respondido la pregunta? No lo sé. Tampoco me importaría si no fuera porque la pregunta me la ha hecho un amigo que ha mostrado interés por saber lo que pienso, lo que opino, por formarse una opinión a partir de las respuestas de los que nos habíamos reunido para cenar y hablar de nosotros, hablando de teatro.
Primera colaboración
Antonio Hernández Nieto.
*Imagen a las 3 de la mañana de la alcantarilla contigua al Teatro Valle Inclán con restos de barro proveniente del escenario de la obra «Arrojad mis cenizas sobre Mickey».