En los límites del vermú

vermut

Han transcurrido ya algunos días desde la celebración del primer vermú del Lugar sin Límites y es un buen momento para acompañar la grabación del mismo con unas pocas reflexiones.

1. De los dispositivos y otras gaitas. A la hora de plantear el encuentro, lo primero que pensé (además de preguntarle a Rodrigo que me dijera aquello sobre lo que no quería dejar de hablar) fue en cómo enfocar la conversación, no tanto en sus contenidos sino en su puesta en escena. El Auditorio 200 del Reina, con sus 200 asientos, es un espacio inflexible, con una zona para dar y otra para tomar. Debo reconocer que estuve tentado de proponer a Rodrigo hacer la conversación sentados en la primera fila, mirando nosotros también, como el resto de asistentes, al escenario, que estaría vacío. Así, nuestras palabras caerían sobre todos a la vez como un manto de nieve y con un poco más de peso, pues la atención recaería más en aquellas que en nuestros cuerpos y rostros (situación acusmática, que tanto gusta a algunos músicos). Sin embargo, rápidamente descarté esa opción. En realidad, está muy bien verse las caras (y darla, vaya, cuando hay que hacerlo). Y las funciones jerárquicas que marquen el espacio, pensé, tal vez puedan ser abolidas gracias a la sinceridad, una actitud receptiva y, también, gracias a la timidez, que sin duda ayuda a difuminar esas fronteras entre el que emite y el que recibe. Me gustaría creer que algo de aquello se consiguió este domingo.
2. La rabiosa actualidad. El jueves 11, un rato antes de la primera función de Arrojad mis cenizas sobre Mickey, estuvimos Rodrigo, Carlos Marqueríe y yo hablando sobre cómo plantear el encuentro. La libertad era absoluta, vaya, y yo les avancé que me gustaría desbrozar dos asuntos. El primero tenía que ver con cómo las artes escénicas se habían estructurado en nuestro país desde principios de los años 80 relacionándolo con su actual trabajo al frente del CDN de Montpellier. El segundo asunto sería la libertad de expresión, cómo ésta está valorada en nuestra sociedad y los efectos que tiene tanto sobre la praxis artística como sobre las relaciones que se establecen en la sociedad en su conjunto. Por supuesto, según se desarrollara la conversación, iríamos hablando de algunos aspectos de su trabajo, en concreto acerca de las obras recientemente presentadas en Madrid, etc. Eso era el jueves. La realidad, rabiosa, del domingo, era en cambio otra. Los titulares sobre la censura se acumulaban y apenas nada se decía sobre el trabajo de Rodrigo. Si se hubiera seguido el plan inicial, hubiéramos corrido el peligro de convertir aquello especie de rueda de prensa con el único objetivo de presentar a Rodrigo como víctima y expandir la queja. Era, pues, necesario hablar de lo que no se estaba hablando: el trabajo de Rodrigo a través de elementos claves de su poética. Y para ello me hacía especial ilusión recurrir a las palabras de algunos de sus más cercanos colaboradores, compañeros y amigos. Recupero aquí las citas completas que se dijeron en el encuentro para que puedan disfrutarse como merecen.
* Sobre el cuerpo:
» Hay artistas que me han mostrado que la poesía del cuerpo no puede esconder los músculos o las tripas de donde sale. Que basura y belleza empiezan por la misma letra y que no pertenecen a órdenes opuestos. Entre ellos, el primero de la lista, está Rodrigo». Elena Córdoba. Nada cabe en nada. Primer Acto, 346. 2014
* Sobre la palabra:
«…me gusta hablar de palabras, de ideas, de poesías, pero no de textos, porque las palabras sirven para para convocar a la realidad y la escena es un sitio cojunudo para convocar a la realidad, porque es tan irreal, está tan vacía.(…). Pienso, también, que la escena es un sitio perfecto para colocar el verbo, para construirlo delante de nuestros ojos, para devolverle el acto que lleva pegado. Y el teatro de Rodrigo es el teatro del verbo, de la pureza del acto, de la fantasía y de la perversidad del acto». Elena Córdoba. Nada cabe en nada. Primer Acto, 346. 2014
«Es curioso pero quizás en sus últimas obras Esto es así y a mí no me jodáis, Gólgota Picnic o Daisy se esté produciendo otro cambio y la palabra adquiere en ellas un protagonismo que anteriormente no tenía, aunque sigue sin vertebrar la obra y sus estructuras se sustentan siempre en esos filamentos potentes y cortantes, a la vez que frágiles, que nos hacen recorrer la obra como si se tratara de un viaje entre sutiles vapores enfangados en la mierda de nuestra vida. Pero la palabra adquiere aquí una fuerza incuestionable y profunda, que se va poco a poco encerrando en el cuerpo de los actores, para revelar esencias de la obra que solo la palabra puede revelar.». Carlos Marquerie. Cuatro días de reflexión y uno de descanso en torno a la obra de Rodrigo García. Primer Acto, 346. 2014.
* Sobre la violencia como recurso para definir el trabajo de Rodrigo:
«Los espectáculos de RG siempre me salpican, eso no tiene remedio, pero yo a eso no lo llamo violencia, es cuestión de puntos de vista, supongo. Me salpican el alma, pero la violencia no la veo yo por ningún lado.» Antonio Fernádez Lera. Retazos RG (citándose un texto propio publicado en Ubú, 2000). Primer Acto, 346. 2014.
«Me siento ante el ordenador a la puerta de mi casa, hace una mañana luminosa, levanto la mirada y me encuentro con un almendro en flor. Empiezo ya a liarme. Correré el riesgo de mezclar a Rodrigo con este olor dulzón y agradable, y que estas palabras se llenen de pequeños pétalos rosas. Aparentemente es un riesgo, parece que no pega mucho, quizá un poco cursi para mi amigo García, pero no, no es así. Hace años bajo ese mismo almendro grabamos entre flores, y humos a modo de nieblas, escenas del vídeo de Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta. Dos actores enterrados hasta las rodillas a los pies del almendro en flor se daban de garrotazos con bates de béisbol. Una revisión del combate a garrotazos, pero en lugar de la aridez de la pintura de Goya, lo estábamos realizando en un paisaje idílico. Esto es profundamente García. El aroma de la flor del almendro negada por la violencia de los hombres.». Carlos Marquerie. Cuatro días de reflexión y uno de descanso en torno a la obra de Rodrigo García. Primer Acto, 346. 2014.
El encuentro acabó (casi, hubo después una pregunta también llena de vida) con una intervención de una señora que la tarde antes, por recomendación de su hija, había visto por vez primera un trabajo de Rodrigo García. El agradecimiento y alegría que esta mujer mostró ante su primer encuentro con las obras de Rodrigo no pudo haber sido mejor expresado, permitiéndonos a muchos de los presentes reconocernos en sus palabras en cuanto a la primera experiencia que tuvimos con Rodrigo García.
El vermú, por cierto, ese St. Petroni, estaba riquísimo.
3. El coñac sin límites. Unas horas después, y con una copa de coñac en la mano, estuvimos hablando con Rodrigo de ruidos, especialmente de aquel que generan las suelas de los zapatos en la pintura de los aparcamientos. Un sonido fascinante. De ruidos y del arquitecto Rem Koolhaas, cuyas ideas estarán también presentes de alguna manera en la nueva pieza sobre la que está trabajando, 4. («¡Joder!», decía Rodrigo con el coñac en la mano y la sonrisa en la cara, «¡Joder, se me olvidó hablar de Koolhaas!).
Rubén Gutiérrez

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