¿Todo es política? (a partir de un texto de Jean-luc nancy)

nelson mandela
Hoy, viniendo en el metro, me encontré con esta frase “Cuando soñamos que soñamos está próximo el momento del despertar”. No tengo ni idea de qué significa eso exactamente, de si es verdad o es mentira, pero me alegró el camino. La repito:

Cuando soñamos que soñamos está próximo el momento del despertar.

Me pareció bonita. Luego revisé este texto, de donde he sacado algunos fragmentos. Resulta algo más denso, pero me alivió también bastante, en otro sentido. (El día anterior había estado en la charla con Monedero.)

El poder político está ciertamente destinado a garantizar la sociabilidad, hasta el punto de poder contestar y reestructurar las relaciones establecidas. Hasta ahí, todos de acuerdo. Pero, mira, continúa: No obstante, por este mismo motivo se ve destinado a hacer que la sociabilidad pueda encontrar el modo de acceder a unos fines indeterminados sobre los que el poder, como tal, carece de poder, aquí ya la cosa se empieza poner más difícil (¿es posible que algo esté más allá de la bendita política?): los fines infinitos del sentido, de los sentidos, de las formas, de las intensidades, del deseo.
La trampa que la política se ha tendido a sí misma con el nacimiento de la democracia moderna –es decir, de la democracia sin principio efectivo de religión civil- es la trampa que nos lleva a confundir el dominio de la estabilidad social con la idea de una forma capaz de englobar todas las formas expresivas del ser-en-común. Esto suponiendo que estemos hablando de “democracia”. Una palabra que, es verdad, está muy gastada. En realidad nació ya gastada. Ayer, entre tanta política, creo que no salió esta palabra ni una sola vez. ¿A lo mejor ya no nos hace falta? Yo recuerdo que traté de plantearla en algún momento, pero sin éxito. Tampoco andaba yo muy fino.
Tampoco hay una forma de las formas, continúa el texto, ni realización de una totalidad. La totalidad no se realiza de ninguna manera, ni siquiera a través de la política. Esto empieza a ponerse difícil, ¿no? El todo exige que haya un más que el todo (ya sea vacío o silencio, ¿recuerdas ese silencio tan sonoro de la obra de Rodrigo, que podía llegar a ser tan molesto, ese silencio tan lleno de palabras que te increpaban, efectivamente no sé si estaba más allá de la política, lo cual no quiere decir que fuera apolítico o conservador, yo creo que con demasiada rapidez, simplemente no era política, por eso no se llama política, le llamamos arte, por ponerle alguna palabra, tan desgastada como la de democracia, pero qué se le va a hacer, es solo para entendernos, para entender que lo de Rodrigo García, o cualquier otra persona que se coloque en ese lugar que llamamos “arte”, no es un manual de política, y para entender también que, con toda la mierda que tiene encima, mejor si se llama democracia eso en lo que estamos que de otra manera.). Ahora bien, la “política” nos ha dejado creer que podía existir algo semejante a un todo, que es en donde parecías estar ayer, y que, además –por esa misma razón-, la idea de “política” debía borrar su propia distinción al afirmar que “todo es política” o que, en la política, se da la antecedencia necesaria de toda otra praxis. Por suerte, no es así. Si todos fuéramos políticos el mundo sería insoportable. Pero me alegro de que haya algunos que sí lo sean y que piensen incluso que todo es política. Pero, créeme, con unos cuantos, a lo mejor ya podemos, o con unos muchos. Pero ese todos que invoca tanto la política, por suerte no existe, es un invento. Nadie es todos. Dejemos que otros hagan otras cosas, que todos no sean nunca todos. Hay una cierta comprensión de la política que se ha cargado a sí misma con ese peso del punto final y del sentido único. Con las religiones no sé si ya acabamos, pero en todo caso seguimos en ello.

La política ha de proporcionar la forma de acceso a la apertura de las demás formas: es el antecedente de una condición de acceso, no de una fundación ni de una determinación de sentido. Esto no subordina la política, sino que le confiere una particularidad que es la de la prestación del más elevado de los servicios. La política ha de renovar incesantemente la posibilidad de la eclosión de las formas o de los registros de sentido. En contrapartida, debe evitar constituirse ella misma en forma o, al menos, no debe hacerlo en el mismo sentido: en efecto, las otras formas o los otros registros engloban unos fines que son fines en sí (artes, lenguaje, amor, pensamiento, saber…). La política no es un fin en sí mismo, lo siento, es un servicio público. Sin embargo, esas otras cosas, como el amor, el arte o el pensamiento, por más que puedan ser también un servicio público, no son solo eso, si no, dejarían de ser amor, o arte, o pensamiento, y serían política.

La delimitación de estas esferas no políticas, lo que muchos “políticos” no aceptan, no es, sin embargo, algo dado ni inmutable, es algo que estamos constantemente reinventando para no morirnos de asco; la invención de estas esferas, su formación, su configuración–por ejemplo, la invención moderna del “arte”- remite a un régimen de invención de los fines y de su transformación, reinvención, cambio, movimiento, vida… ¿os suena?

La política no es el espacio para la asunción de los fines (científicos, artísticos, filosóficos, amorosos…), sino únicamente el lugar para acceder a su posibilidad. Y “democracia” no es el nombre de una autogestión de la humanidad racional, ni el nombre de una verdad definitiva que se hallara inscrita en el firmamento de las Ideas. Es el nombre de una humanidad que se halla expuesta a la ausencia de todo fin dado –de todo cielo, de todo futuro, pero no de todo infinito. – Expuesta, existente. Expuesta porque está en riesgo, insegura, viva.

Pero dicho todo esto (entiendo que puede quedar confuso el quién lo dice, pero no se trata ahora de una cuestión de autoridades intelectuales o legitimación de ideas, sino simplemente de ideas, de ideas sin nombre ni autor), yo vuelvo a lo del principio, que en realidad me interesa más eso de que cuando soñamos que soñamos estamos a punto de despertarnos. ¿No te parece bonito? Hoy tengo una resaca memorable, pero te agradezco la charla de ayer y tu buen rollo, aunque no lo comparta del todo. Sería muy aburrido que todos pensáramos lo mismo, y, piénsalo bien, también que todos fuéramos políticos o que todo fuera política. Pero qué bueno que haya gente que sí lo sea y que no parezcan unos marcianos. Te advierto que también hay mucho artista marciano. Supongo que el político sueña con que todo sea política, y el artista con que todos seamos artistas, quizá el economista sueña también con una sociedad perfecta en la que todo el mundo entienda de economía. Me pregunto qué pensará mi madre al respecto.

Óscar Cornago

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