subtítulo
1 poema de Maiakovski
1 ficción de Rubén Ramos
1 obra de Francis Alys
- Conversación con un inspector de impuestos sobre poesía, de Vladimir Maiakovski
¡Ciudadano inspector de impuestos! Perdone que le moleste. Gracias…. no se preocupe…. me quedaré de pie.
Mi asunto es de carácter delicado:
sobre el lugar del poeta en una sociedad de trabajadores.
Junto con los propietarios de tiendas y propiedades agrícolas, estoy sujeto también a impuestos y penalizaciones.
Me reclama usted quinientos por el semestre
y veinticinco por no presentar mi declaración.
Mi trabajo es como cualquier otro trabajo.
Fíjese: mire qué pérdidas he tenido,
qué gastos tengo en mi producción,
y cuánto se gasta en materiales. Usted sabe, por supuesto, lo del fenómeno llamado «rima».
Supongamos que un verso acaba con la palabra «giro»;
entonces, dos versos después, repitiendo las sílabas,
ponemos algo así como «tiroriro».
En el lenguaje, la rima es como un pagaré
que vence dos versos después —ésa es la regla—.
Y uno busca la calderilla de sufijos e inflexiones
en la saqueada caja de las declinaciones y conjugaciones.
Empieza uno incrustando una palabra en un verso,
pero no encaja —se la fuerza y se rompe—.
Ciudadano inspector de impuestos, le doy mi palabra:
las palabras le cuestan al poeta mucho dinero.
En nuestro lenguaje la rima es un barril:
un barril de dinamita. La rima es una espoleta.
El verso se deshace hacia el final y estalla:
y la ciudad salta al cielo volada en una estrofa.
¿Dónde va a encontrar, y con qué tarifa de valoración,
rimas que apunten y maten de un solo disparo? Quizá queden cinco o seis rimas sin usar solamente en algún sitio
como Venezuela.
Y así tengo que visitar países cálidos y fríos.
Allá me precipito, enredado en pagos sobre anticipos y préstamos.
¡Ciudadano! Admítame mis gastos de viaje.
La poesía toda ella es un viaje a lo desconocido.
La poesía es como sacar radium de la tierra:
por cada gramo se trabaja un año.
- Máster
(un fragmento de la cuarta temporada)
Tumbado en el sofá Master mira el polvo que se acumula encima del piano y piensa en términos como señora de la limpieza, trabajadora del hogar o asistenta. Eufemismos de lo que toda la vida se ha llamado criada. Master nunca ha tenido asistenta pero ha conocido a muchas. La mayoría eran familiares suyos. Algunos amigos de Master tenían asistenta cuando pagar a una asistenta salía muy barato, sobre todo si era inmigrante. Master recuerda lo que leyó hace años sobre los inicios del periódico francés Libération. Al principio todos los que trabajaban en ese periódico cobraban lo mismo: desde el director a los que limpiaban. Ahora tener asistenta se ha puesto difícil. La mayoría de la gente que se dedicaba a eso tiene sus necesidades básicas cubiertas entre el renacido derecho a la vivienda y la renta básica. ¿Por qué iban a limpiar por dinero? Por tener más dinero, claro. Ya, pero no al mísero precio de antes. Como la mayoría ya no necesita conseguir más dinero para llegar a final de mes el precio que exigen para ponerse a limpiar es de los más caros. Es el mundo al revés de como lo conoció Master. Las profesiones que antes eran consideradas las más ingratas ahora son las que mejor se pagan. La mayoría de los que aún siguen dedicándose a eso ya no necesitan trabajar cuarenta horas. Con unas pocas horas a la semana redondean la renta básica y tienen más que suficiente. Eso hace aún más difícil conseguir que alguien acceda a limpiarte la casa porque la mayoría de los que trabajan en eso ni siquiera le dedican a ese trabajo ni un tercio del tiempo que le dedicaban antes. Al principio sí porque la gente aún no se acababa de creer esta nueva situación. Pero tres años después la gente está tomando lo que es suyo. Hay que pagar un dineral si quieres que te limpien la casa. Así que la mayoría se limpia su propia mierda. Tampoco pasa nada. Tienen tiempo para hacerlo. Y, quieras que no, eso iguala a la gente. Limpiar la mierda de los otros, por mucho que se le quisiera despojar de connotaciones tan antiguas como el andar a pie, es lo que siempre han hecho los esclavos. Lo que desde la revolución industrial ha venido en llamarse trabajadores, en general, no ha sido más que una evolución de lo que antes se llamó esclavos, sirvientes o criados. Con la recién estrenada renta básica, ¿qué es trabajo y qué no? ¿Trabajo es lo que haces por dinero? Master sospecha que Lafargue y otros autores, cuando se referían a no trabajar, estaban hablando del antiguo concepto del trabajo. ¿Pero ahora? Ni siquiera la ética del trabajo hacker le sirve de gran ayuda. Cuando haces algo porque quieres pero comporta tareas que no son gratas, ¿es eso trabajo? ¿Hacerse la comida, comprar en el mercado, limpiarte la casa? Master conoce a mucha gente que ama algunas de esas tareas. Para él no es lo mismo hacer la comida que ir al mercado pero incluso a esto último, a veces, le encuentra la gracia. A limpiar la casa casi nunca. Quizá cuando tiene resaca, si la resaca no es muy fuerte. Pero recuerda a una amante que le confesó un día que le encantaba limpiar. Le costó creerla pero ¿por qué no? También conoce a gente que odia cocinar. Antes, los que hablaban de abandonar el trabajo, de una sociedad en la que el trabajo ya no fuese el concepto central alrededor del cual gira todo lo demás, de dejar de trabajar, esas personas tenían criadas que les limpiaban la casa. Y Master se detiene en el detalle de que está pensando más bien en criadas que en criados. Los anarquistas hablaban de trabajar tres horas a la semana pero eso sirve para los que se dedican a hacer pan y cosas por el estilo, como limpiar las calles, por ejemplo. Todos ellos trabajos cotizadísimos subvencionados por el estado desde que la gente ya no tiene necesidad de trabajar por dinero. Pero ¿y todo lo demás? ¿Limpiar tu casa es trabajar? ¿Ir al mercado es trabajar? ¿Cocinar es trabajar? ¿Tocar el piano es trabajar? Este tema ha tomado una nueva dimensión. Master reconoce que si ya estaba perdido antes ahora ya ni te cuento. Pero la verdad es que está más tranquilo. En realidad ahora ya no le preocupa tanto.
- Algunas veces el hacer algo no lleva a nada
Francis Alys
Marc Caellas