Esta semana en el Teatro Pradillo tiene lugar el primer Encuentro sobre dramaturgia de El lugar sin límites. «Un encuentro con profesionales de la escena para compartir y reflexionar juntos sobre la dramaturgia del presente». Espacio desde donde surgen impulsos, reflexiones, etc. que de manera aleatoria aparecerán en el blog. El primero es este texto de Antonio Fernández Lera, poeta, escrtitor y director de teatro.
Lo primero que me llama la atención es el uso del término dramaturgia. Tendríamos que detenernos en el sentido que se le ha dado históricamente a este término (véase por ejemplo el Diccionario del teatro: Dramaturgia, estética, semiología de Patrice Pavis), siempre o casi siempre vinculado a la composición de obras teatrales, dramáticas. [Cada tema y subtema es un hilo del que tirar, en un ovillo interminable]. Curiosa o significativamente, en ese diccionario no aparece como entrada la palabra movimiento, como en un lapsus linguae con el que se quisiera señalar que en el pensamiento del teatro, limitado al drama, el movimiento no tiene cabida.
Pero ¿desde cuándo se ha dado, en el teatro, ese sentido tan limitado a la palabra dramaturgia o mejor dicho a su «palabra de origen»: drama? Me aventuro a decir que en los últimos siglos se nos ha impuesto esa visión limitada, esa visión del teatro como un lugar con límites, que no es necesariamente la única visión posible. No lo fue en sus principios, y ahora, desde hace décadas, la palabra dramaturgia parece haberse convertido en una de esas palabras que, sin resolver nunca nada, forma parte del planteamiento de los problemas, es como una mancha de aceite, un viento que al moverse despeja la niebla.
Pero hagamos un poco de etimología. Sin renunciar a su sentido de pieza u obra teatral, drama significa, en su primer sentido reconocido: acción, derivado del griego dran: obrar, hacer [por cierto, según Corominas [Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana], de esa raíz deviene también la palabra castellana drástico como sinónimo de «activo, enérgico». De modo que un teatro drástico podría ser, con hondas raíces etimológicas, una de tantas posibilidades de lo escénico. La dramaturgia podría definirse, en ese primigenio sentido que parece extenderse a todas las artes escénicas y quién sabe si a otras actividades humanas, como «la composición y producción de acciones». Sean esas acciones lo que quieran que sean sus compositores, sus productores.
Ahora veo más claro nuestro Encuentro sobre dramaturgia. Pues al proponerse como doble enunciado 1) Un lugar sin límites y 2) Dramaturgias en movimiento se plantean cosas (y se recogen experiencias) que abren puertas hacia el futuro [mañana, pasado mañana, semana que viene, mes que viene, año que viene, siglo que viene], pero también, como acabamos de ver, ventanas hacia el pasado, ventanas que siempre han estado ahí, por donde se cuelan voces como las del venerable Galileo, quien frente a Inquisiciones y saberes establecidos nos recordaba terco y convencido: Eppur si muove: y sin embargo se mueve. [Galileo y el movimiento: si la Tierra se mueve, todo se mueve].
Antonio Fernández Lera